Homenaje a Miguel Hernández
Homenaje a Miguel Hernández en el septuagésimo quinto aniversario de su muerte.
Julia Muñoz Ripoll

Cuando se conmemora el 75º aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández, el Archivo General de la Región de Murcia ha querido rendirle un homenaje literario-musical. Para ello ha solicitado a un grupo de músicos y compositores murcianos la elaboración de unas piezas que, inspiradas en una selección de sus poemas, reflejan la evolución poética y humana de nuestro autor.

Reconocida por todos los biógrafos del poeta (Orihuela, 1910-Alicante 1942) es la influencia en su obra del paisaje levantino, luminoso y colorista, así como del entorno urbano de Orihuela, con sus costumbres y tradiciones, y con su profunda religiosidad. Hemos de recordar que Miguel, de niño, asistió a las escuelas del Ave María, y desde los nueve a los catorce años al Colegio de Santo Domingo, de la Compañía de Jesús.

Las primeras amistades también tienen un gran significado en su formación, sobre todo José Marín Gutiérrez, futuro abogado y ensayista que firmaba como Ramón Sijé, quien lo acercó al mundo de los libros; el canónigo don Luis Almarcha, que le proporcionó la lectura de clásicos y místicos; los hermanos Carlos y Efrén Fenoll, Jesús Poveda, Manolo Molina. Es el grupo que Carmen Conde denominó “los adolescentes de Orihuela”. Leyó a los poetas románticos, a los modernistas y a los poetas regionales. Pero sobre todo fueron las lecturas de Góngora y Calderón y de los gongoristas del 27 las que le llevaron a escribir los primeros poemas.

Deseoso de incorporarse a la vida literaria, recibió la ayuda de sus amigos para viajar a Madrid a probar fortuna y conocer a los miembros de la Generación del 27 y al poeta chileno Pablo Neruda. Pero este viaje no resultó fructífero, y tuvo que volver a Orihuela en 1932 a seguir con sus lecturas y a realizar trabajos administrativos para poder subsistir. En 1933 publicó en Murcia Perito en lunas, que nos presenta al Miguel Hernández de barroquismo extremo, de fuerte influjo de Góngora y de los poetas gongoristas de la Generación del 27:


“Sobre estos sures polares,

cuya fría continencia

sólo el aire diligencia,

acrecienta su caudal,

en consulta boreal,

la abeja, miel con licencia”


Sus editores fueron Raimundo de los Reyes y José Ballester, quienes en 1927 habían creado la revista Sudeste. Con anterioridad, en 1923, Raimundo de los Reyes había fundado junto a Guerrero Ruiz y a Jorge Guillén, residente en Murcia como profesor de la Universidad, la Revista “Verso y Prosa. Boletín de la joven literatura”.

Precisamente en enero de 1932, en una de las visitas que Miguel realizó a Murcia para supervisar la edición de Perito en lunas, que se imprimía en los talleres del periódico La Verdad, coincidió con Federico García Lorca, que visitaba nuestra ciudad con el grupo de teatro universitario La Barraca, representando La Vida es sueño, de Calderón de la Barca, en una ruta que abarcaba Alicante, Elche y Murcia. Raimundo de los Reyes, que era el redactor jefe de La Verdad, los presentó, y ya no se volvieron a encontrar en ninguna otra ocasión. A partir de entonces sólo mantuvieron una relación epistolar.

Cuando Federico murió, Miguel le dedicó la Elegía Primera de su obra Viento del pueblo: “A Federico García Lorca, poeta”:


Federico García

hasta ayer se llamó: polvo se llama.

Ayer tuvo un espacio bajo el día

que hoy el hoyo le da bajo la grama.


¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!

Tu agitada alegría,

que agitaba columnas y alfileres,

de tus dientes arrancas y sacudes

(…)


Tú, el más firme edificio, destruido,

Tú, el gavilán más alto, desplomado,

Tú, el más grande rugido,

Callado, y más callado, y más callado.


El contacto con escritores de la Región tuvo una innegable trascendencia en la vida y en la obra de Miguel. Entabló una afectuosa amistad con María Cegarra, la original poeta de La Unión, injustamente poco valorada; y con Carmen Conde y Antonio Oliver, el matrimonio de escritores, fundadores de la Universidad Popular de Cartagena, quienes sentían hacia él un gran afecto, y que en varias ocasiones le invitaron a participar en lecturas poéticas y recitales, tanto en la Universidad como en el Ateneo.

Entre la época gongorina y la de madurez, la de El rayo que no cesa, Miguel Hernández escribió más de un centenar de poemas: algunos los publicó en la revista de Ramón Sijé El gallo Crisis, pero otros quedaron sin publicar. En algunos encontramos la presencia de un notable misticismo fruto de su formación y de la lectura de San Juan de la Cruz, así como de su propia crisis religiosa, que coincide con la redacción de su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, que llevó con él a Madrid en un segundo viaje, en 1934, y fue publicado en la revista católica Cruz y Raya, que dirigía el poeta José Bergamín.

Agotados sus recursos, regresa a Orihuela y desempeña diferentes actividades para conseguir volver de nuevo a Madrid con ilusiones renovadas. Conoce en este tercer viaje a María Zambrano, y a quien algún año más tarde se convertiría en su mentor, José María de Cossío. Pero el encuentro más decisivo e influyente fue el que tuvo con Pablo Neruda, que ya conocía algo de la obra de Miguel. Se relaciona también con Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales, quienes median para que Federico García Lorca le ayude a estrenar su obra de teatro El torero más valiente, en homenaje a Ignacio Sánchez Mejías, pero no consigue su apoyo.

Decepcionado, retorna a su pueblo, donde le espera la joven andaluza residente en Orihuela, Josefina Manresa, con quien mantenía una relación desde 1934, y con la que contraería matrimonio en 1937. Continúa escribiendo, siempre con la obsesión de volver a Madrid, y es en el siguiente viaje cuando conoce a la pintora Maruja Mallo, por la que sintió una fuerte atracción y con la que frecuentó los ambientes literarios y artísticos más destacados del momento.

Tiene la fortuna de que José María de Cossío, director literario de la enciclopedia Los toros, le ofrece trabajar con él en la redacción de la obra, actividad que compagina con la composición de sus poemas. Se incorpora al movimiento literario de la época con sus colaboraciones en la “Revista de Occidente” y con la publicación de El rayo que no cesa, uno de los libros más significativos de su generación y de la poesía española contemporánea, que le valió el reconocimiento de los poetas del 27. Fue editado en la Colección Héroe, cuidada e impresa por el matrimonio de poetas Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. Se acabó de imprimir el 24 de enero de 1936.

Se trata de un libro de amor atormentado en el que Miguel Hernández expresa una visión trágica del amor y de su propio destino, a través de unos motivos de gran fuerza lírica: el cuchillo, el rayo, el barro, el toro, el huracán:


Un carnívoro cuchillo

de ala dulce y homicida

sostiene un vuelo y un brillo

alrededor de mi vida.


¿No cesará este rayo que me habita

el corazón de exasperadas fieras

y de fraguas coléricas y herreras

donde el metal más fresco se marchita?


Me llamo barro aunque Miguel me llame.

barro es mi profesión y mi destino

que mancha con su lengua cuanto lame.


Como el toro me crezco en el castigo,

la lengua en corazón tengo bañada

y llevo al cuello un vendaval sonoro.

como el toro te sigo y te persigo.

Y dejas mi deseo en una espada,

como el toro burlado, como el toro.


No me conformo, no, me desespero

como si fuera un huracán de lava

en el presidio de una almendra esclava

o en el penal colgante de un jilguero.

Besarte fue besar un avispero

que me clava al tormento y me desclava

y cava un hoyo fúnebre y lo cava

dentro del corazón donde me muero.


Barro

A esta obra pertenece la profunda y famosa Elegía a Ramón Sijé: (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería)

Con el estallido de la Guerra Civil, Miguel Hernández ingresa en el Quinto Regimiento de Milicias Populares y combate en los frentes de Teruel, Andalucía y Extremadura. Nombrado comisario de Cultura participa en los servicios de propaganda de “Altavoz del frente”. Su personalidad y su poesía evolucionan hacia una actitud más activa y combativa. Participó en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas y fue comisionado para ir a Rusia, representando a España en el 5º Festival de Teatro Soviético. Su compromiso político lo expresó en la Nota preliminar a su Teatro en la guerra: “El empujón definitivo que me arrastró a esgrimir mi poesía en forma de arma me lo dio aquel iluminado 18 de julio. Intuí, sentí venir contra mi vida, como un gran aire, la gran tragedia, la tremenda experiencia poética que se avecinaba, y me metí, pueblo adentro, más hondo de lo que estoy metido desde que me parieran, dispuesto a defenderlo firmemente”.

Escribe Viento del pueblo, dedicado a Vicente Aleixandre: “Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido…Los poetas somos viento del pueblo…”

Los poemas de Viento del pueblo se escribieron desde el verano del 36 hasta el verano del 37, e iban apareciendo en distintas publicaciones periódicas, como las revistas El mono azul, Mediodía, Nueva Cultura y Hora de España. Muchos de ellos los recitaba el autor en los campamentos y en las trincheras. Se recogieron en un volumen editado por el “Socorro Rojo”.


Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me avientan la garganta.

(…)

No soy de un pueblo de bueyes

que soy de un pueblo que embargan

yacimientos de leones,

desfiladeros de águilas

y cordilleras de toros

con el orgullo en el asta.

Nunca medraron los bueyes

en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?


Encontramos en este libro numerosos poemas de contenido social y compromiso ético, como El niño yuntero, Jornaleros, Aceituneros, Canción del esposo soldado, en los que denuncia la injusticia capitalista y defiende a las clases explotadas.

En 1937 se casó con Josefina y tuvo dos hijos: Manuel Ramón, que murió en octubre del año siguiente, y Manuel Miguel, nacido en enero de 1939. Al primero le dedicó Hijo de la luz y de la sombra y otros desgarradores poemas recogidos en el Cancionero y romancero de ausencias; y para el segundo fueron las conocidas Nanas de la cebolla, “la más trágica canción de cuna de la poesía española”, en palabras de Concha Zardoya.


“En la cuna del hambre

Mi niño estaba,

Con sangre de cebolla

se amamantaba.


Miguel entra en la última etapa de su trayectoria (de 1937 a 1941) con una visión trágica y pesimista que se manifiesta en el título de su libro El hombre acecha, dedicado a Pablo Neruda, fruto, en parte, de su viaje a la URSS, en el que, mediante unas técnicas poéticas muy elaboradas, muestra su desencanto ante los comportamientos crueles e injustos del ser humano.


Se ha retirado el campo

al ver abalanzarse

crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo

y el hombre se descubre!

El animal que canta,

el animal que puede

llorar y echar raíces,

rememoró sus garras (…)

Hoy el amor es muerte

y el hombre acecha al hombre.


De 1938 a 1941 escribe Cancionero y Romancero de ausencias. Es el poemario de la cárcel. Se inició con el dolor por la muerte de su hijo:


El azahar de Murcia

y la palmera de Elche

para exaltar la vida

sobre tu vida ascienden.

El azahar de Murcia

y la palmera de Elche

para seguir la vida

bajan sobre tu muerte.


Palmera

Y la tristeza por la ausencia de los seres queridos queda patente en el breve poema:


Ausencia en todo veo;

tus ojos la reflejan.

Ausencia en todo escucho:

tu voz a tiempo suena.

Ausencia en todo aspiro:

tu aliento huele a hierba.

Ausencia en todo toco:

tu cuerpo se despuebla.

Ausencia en todo siento.

Ausencia, ausencia, ausencia.


Ausencia

En poco más de una década de producción poética, la obra de Miguel Hernández manifiesta una notable evolución, desde una etapa inicial vinculada a la tradición, hasta una poesía original, muy personal y plena de emociones, profundamente comprometida. Fue testigo de las transformaciones experimentadas por la poesía de la época y trascendió sus postulados mediante la interpretación de los sentimientos colectivos a través de una estética y una moral muy personales.

Con la derrota del Ejército Republicano comenzaron las persecuciones y represalias, y Miguel se ve envuelto en ellas. Solicitó ayuda en la Embajada de Chile, de la que había sido cónsul el poeta Pablo Neruda, pero no la consigue. Viajó a Sevilla y a Cádiz, donde algunos poetas que consideraba amigos le negaron su apoyo; y cuando intentaba salir por la frontera de Portugal, la policía lo detuvo y lo entregó a la Guardia Civil.

Los encarcelamientos se sucedieron: Huelva, Sevilla, Madrid. Tras su salida de la cárcel en septiembre del 39 corrió a reunirse con su familia, pero unos días después fue detenido de nuevo. Se le juzgó en enero de 1940 y fue condenado a muerte. Escritores como Cossío, Ridruejo, Sánchez Mazas y otros apoyaron un recurso para que se le conmutara la pena y fue trasladado a la cárcel de Palencia y posteriormente al Penal de Ocaña, donde permaneció hasta junio del 41 en que fue trasladado al Reformatorio de adultos de Alicante. La neumonía, la bronquitis y finalmente la tuberculosis, lo conducen a la muerte en la madrugada del 28 de marzo de 1942, en la prisión alicantina, a los 32 años de edad.

Una breve vida caracterizada por la sinceridad y el compromiso, en la que, como en su poesía, los tres grandes temas constantes son las que él denomina las tres heridas: la vida, el amor y la muerte, cuya síntesis más perfecta la representa el siguiente poema de Cancionero y Romancero de ausencias


Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.”


Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.


Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor.


la del amor
Archivo General Región de Murcia
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